Y un matiz

. lunes, 23 de mayo de 2011
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Acabo de asistir a una asamblea de acción política y no ha podido ser más descorazonador: no se puede hablar de revolución anticapitalista para definir un movimiento como este a día de hoy, para eso, para hablar de la nada, me voy a alguno de los innumerables grupúsculos que ya existen, o mejor, me echo una siesta de tres horas.
Pero que no merme el entusiasmo: se puede participar en otras más interesantes como la de educación de ayer.
Y si este movimiento no nos convence, no pasa nada, hemos empezado a hablar de política, a pensar, y eso es lo más importante.
Para lo demás remito al artículo anterior.

Política

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Después de cuatro meses sin escribir una letra en este blog y animado por los últimos acontecimientos, creo necesario volver a este patio para compartir ideas.
Decía en la última entrada que sentía envidia de esos movimientos ciudadanos que se estaban dando en Egipto y Túnez. Las diferencias sociales y políticas entre esos países y el nuestro son evidentes, pero en esta última semana se han hecho visibles algunas coincidencias: la gente común necesita expresarse públicamente y en el caso de España, donde el sistema político es la democracia representativa, una parte de la "ciudadanía" desea sentirse como tal y participar en algo más que en las urnas.
¿A qué se debe tal deseo si ya tenemos la forma de participación mediante los partidos políticos, sindicatos y demás representates?
Llevamos décadas de democracia en España, años en los que nuestras condiciones de vida han alcanzado cotas inimaginables para las generaciones anteriores, pero años, sobre todo los últimos, en los que poco a poco hemos ido perdiendo voluntad y posibilidad de participación en la vida pública debido, seguramente, a unas políticas fundamentadas en el mercado y en el consumo. Hemos ido introduciéndonos en un sistema en el que las condiciones laborales, a pesar de ser bastante precarias como se está viendo ahora, han favorecido básicamente el consumismo y la dependencia del dinero y de las entidades que lo "facilitaban". En parte por esto y en parte por nuestro paulatino desinterés por lo público, por la política en definitiva, se ha generado el clima perfecto para la pérdida total de horizontes: todos hemos querido vivir bien y hemos identificado eso con la comodidad de tener más y más cosas, perdiendo así el norte de la vida en comunidad, lo que siempre se ha llamado el bien común.
Debido a la degeneración democrática que esto supone, parece haber comenzado un movimiento cívico. Me refiero claramente a las concentraciones que se están produciendo estos días en diversas plazas de España en las que estoy participando, primero como masa, quizás por la costumbre de las manifestaciones al uso convocadas por sindicatos y demás plataformas con poder de convocatoria, y después como ciudadano, participando en asambleas y regenerando mi maltrecha conciencia política.
Hoy, en la tornaboda de las elecciones municipales y autonómicas, no creo que estas movilizaciones hayan perdido ningún sentido, como he oído en diferentes conversaciones. Desde un primer momento las he interpretado como un movimiento de la ya mencionada conciencia política, no como una paracampaña electoral en la que los que allí estábamos quisiéramos que ganase un partido u otro, sino como el comienzo de lo que puede ser una regeneración democrática que obligue a los partidos a hacer su trabajo. Pero esto no va a ser fácil y a corto plazo, y mal iríamos si pensáramos así. No podemos imaginar que porque salga elegido el partido x todo será diferente, no. Los dos partidos mayoritarios, y yo me atrevería a decir los tres o cuatro principales, están acostumbrados a unas dinámicas mercantilistas en las que lo que menos importa es el programa y su cumplimiento. Nos dicen que las circunstancias de la globalización obligan a tomar medidas contrarias a los representados, y lo que deberían hacer es ponerse de acuerdo con los demás gobiernos democráticos para que no fuera así. ¿Dónde quedan aquellas palabras del Sr. Sarkozy en las que proponía "refundar el capitalismo sobre bases éticas, las del esfuerzo y el trabajo, las de la responsabilidad"?
Pues ahí está la clave, en obligar a los políticos a cumplir con su trabajo.
Y vuelvo a insistir, esto no va a ser fácil ni rápido. Las acampadas tendrán que terminar más pronto que tarde porque no se sostienen más que como embrión de una necesaria organización. Y las asambleas deberán seguir nutriéndose de gente, de ideas. Y no olvidemos que ese es el fundamento de la política: ideas para mejorar. Hay que olvidarse de que la democracia ha tocado techo y recuperar espacios de participación.
José Luis Sampedro decía estos días que "cualquier cosa que se haga puede ayudar a ir cambiando las cosas" y, en resumen, de eso se trata.
Quizás este artículo tenga un tono entusiasta, poco realista, iluso, lo que ustedes quieran, pero mi experiencia es que sin entusiasmo me hundo en el sillón.

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