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José Saramago -in memóriam-

. viernes, 18 de junio de 2010
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La muerte nos deja cada vez más huérfanos, cada vez más cerca. Ahora Saramago.


"Al día siguiente no murió nadie. El hecho, por absolutamente contrario a las normas de la vida, causó en los espíritus una perturbación enorme, efecto a todas luces justificado, basta recordar que no existe noticia en cuarenta volúmenes de la historia universal, ni siquiera un caso para muestra, de que alguna vez haya ocurrido un fenómeno semejante, que pasara un día completo, con todas sus pródigas veinticuatro horas, contadas entre diurnas y nocturnas, matutinas y vespertinas, sin que se produjera un fallecimiento por enfermedad, una caída mortal, un suicidio conducido hasta el final, nada de nada, como la palabra nada".

Las intermitencias de la muerte

Como pequeño homenaje desde este patio, unos versos de otro portugués de siempre: nuestro Eugénio de Andrade.

NO SABEMOS

No sabemos nada, y lo que tenemos
es poco: un nombre,
un nombre en prosa corriente;
tan pequeño que ni siquiera
alcanza la rama
en flor de tilo; menos aún
la estrella del pastor;
un nombre común, Joaquim
António João,
bueno para decirlo cuando el frío
es más duro;
nombre que bebe el rocío
en los ojos de amigos muertos
tan pronto; o perdidos.

La muerte y la memoria

. sábado, 11 de abril de 2009
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Naces, creces, revoloteas, te reproduces y mueres; puedes saltarte algunos pasos excepto dos.
"Sí, ya me acuerdo", así comienzan las memorias filmadas y escritas de Marcello Mastroianni en las que demostraba, entre otras cosas, saber de qué iba la película y tener buena memoria.
Recordar es vivir, y me refiero a la posibilidad de tener un presente. Hay males que matan, y los que matan la memoria son de los peores: perder tus espacios, a tu gente... Nunca sabremos qué pasa por esas cabezas que lo han perdido casi todo, pero sí conoceremos el significado exacto de un beso, de una caricia, de un brindis in extremis.
No sé en qué película a Bogart le interrogaban sobre qué había hecho la noche anterior, a lo que su personaje respondía: "No me gusta hablar de mi pasado". Queda claro que Humphrey tenía memoria, y espero no perder yo la que tengo del cine negro, de esos personajes que vivían el presente porque eran supervivientes. Y de eso se trata la vida, esta película más cercana al neorrealismo que a "Cayo Largo": sobrevivir en el día a día recordando instantáneas grabadas a fuego, con la lumbre de ese pueblo que fue lo último que olvidó, donde ahora descansa para siempre.
Ahora toca seguir, saber que ya te queda menos, recargar la canana de recuerdos, de fotos, de olores... Llorar ausencias para lograr presentes.
Que la vida mata ya me lo dijeron Los Enemigos y mis mayores; ahora tengo la certeza.
Quizás ya sólo quede invocar la palabra precisa, ajustarse al guión de la memoria y no pedirle peras al olmo, y así recordar a los poetas, a Eugénio de Andrade : "Hay una memoria de las cosas, una polvareda muy fina que baila en la luz, y la poesía es la persecución de esa memoria.", o a Juan Carlos Mestre: "El tiempo estaba en nosotros como la muerte en el pensamiento de los ancianos, pájaros azules sobre las zarzas de la sabiduría". Volver a los lugares de la niñez para encontrar a aquel chaval que sólo existe en los recuerdos, y enterrar a quien ya será por siempre parte esencial de tu memoria.

A Victoriano Garavís García, mi padre, in memóriam.

La paz

. viernes, 31 de octubre de 2008
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Siempre que escucho o leo esta palabra tiene relación con la muerte. Descanse en paz es el ejemplo más claro: D.E.P., o su precedente latino R.I.P., son abreviaturas que no nos gusta ver a menudo, pero estamos en época de festividades mortuorias. El día dos de noviembre se celebra la conmemoración de los fieles difuntos, fiesta que no incluye a los muertos infieles, ya sean ateos o creyentes de otras religiones, porque no deja de ser una fiesta de la cristiandad. Pero es una fiesta que me gusta, que me resulta cercana y que me hace visitar algún cementerio al menos una vez al año. En el que estamos terminando he tenido que visitar el de Salamanca por razones de fuerza mayor, y el pasado fin de semana tuve la ocasión de ayudar a limpiar la sepultura de mis abuelos en Garcirrey, pequeño pueblo donde reposa (en paz) una buena parte de mi familia paterna y de mi memoria infantil.

Por otro lado, la paz era el nombre de muchas avenidas, calles, plazas, etc. en época de Franco, sí hombre, ese dictador que venció una guerra para darle a España 40 años de paz, y si no que le pregunten a los que tanto despotrican de la nueva ley “de recuperación de la memoria histórica”. La verdad es que no entiendo el revuelo que se ha montado, que sí no hay que reabrir heridas y no sé qué más cosas cuando sólo se trata de recuperar a los muertos enterrados en las cunetas para darles un cacho de tierra donde poder honrar su memoria y de cerrar las susodichas. En fin…

El caso es que “paz”, esa palabra que significa situación y relación mutua de quienes no están en guerra, suele verse reflejada en los espejos de la muerte. Yo, sinceramente, prefiero no estar en paz y verla muy de lejos porque para lo que me va a servir… Y como no voy a misa ni soy creyente, ya me he librado del “podéis ir en paz” de los curas.

Así que, como decían Los Enemigos:

¡Alegría!

Se acabó la paz.


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