Secuestro

. lunes, 27 de abril de 2009
1 comentarios

Ha pasado ya una semana desde que conseguí liberarme de mis secuestradores. Han pasado más de tres meses desde que estos señores mafiosos de Nueva Yersey me encerraron en el zulo de los rayos catódicos.
Lo he pasado muy mal, créanme. Es difícil explicar esos momentos en los que llegas a identificarte con tus captores siendo consciente de que son muy malas personas y, lo que es peor, de que hay mucha gente en el mundo como ellos.
Sí, sí, me estoy refiriendo a Los Soprano, una familia de asesinos camorristas que son capaces de todo por conseguir dinero y poder. Funcionan de forma jerarquizada y son unos psicópatas de cuidado. Podría decirse que dan lástima, pero es más correcto identificar ese sentimiento con el miedo.
Toda una tradición cinematográfica arropa esta serie, pero sin duda está más cerca de Scorsese que de Coppola.
Su creador, David Chase, fue productor ejecutivo de un par de temporadas de la insuperable Doctor en Alaska, pero con Los Soprano ha conseguido una obra magna. Un recorrido por la vida de unos mafiosos a lo largo de unos siete años nos hace comprender mejor el momento que vivimos. La sociedad actual, tanto la estadounidense como la nuestra, resulta compleja de analizar, pero un navajazo en la yugular como este novelón televisivo resulta esclarecedor.
Muchas horas y muchos capítulos después llegó la liberación, el final de la pesadilla, y aquello se convirtió en una obra de arte, controvertida pero inapelable.
En la memoria quedarán ya personajes como Uncle Junior (mi favorito), Christopher Moltisanti, Paulie, Silvio... y por supuesto el mayor hijoputa que ha dado la tele: Toni Soprano.
Se acabó.

¿Qué hacemos?

. viernes, 24 de abril de 2009
0 comentarios

La muerte y la memoria

. sábado, 11 de abril de 2009
3 comentarios

Naces, creces, revoloteas, te reproduces y mueres; puedes saltarte algunos pasos excepto dos.
"Sí, ya me acuerdo", así comienzan las memorias filmadas y escritas de Marcello Mastroianni en las que demostraba, entre otras cosas, saber de qué iba la película y tener buena memoria.
Recordar es vivir, y me refiero a la posibilidad de tener un presente. Hay males que matan, y los que matan la memoria son de los peores: perder tus espacios, a tu gente... Nunca sabremos qué pasa por esas cabezas que lo han perdido casi todo, pero sí conoceremos el significado exacto de un beso, de una caricia, de un brindis in extremis.
No sé en qué película a Bogart le interrogaban sobre qué había hecho la noche anterior, a lo que su personaje respondía: "No me gusta hablar de mi pasado". Queda claro que Humphrey tenía memoria, y espero no perder yo la que tengo del cine negro, de esos personajes que vivían el presente porque eran supervivientes. Y de eso se trata la vida, esta película más cercana al neorrealismo que a "Cayo Largo": sobrevivir en el día a día recordando instantáneas grabadas a fuego, con la lumbre de ese pueblo que fue lo último que olvidó, donde ahora descansa para siempre.
Ahora toca seguir, saber que ya te queda menos, recargar la canana de recuerdos, de fotos, de olores... Llorar ausencias para lograr presentes.
Que la vida mata ya me lo dijeron Los Enemigos y mis mayores; ahora tengo la certeza.
Quizás ya sólo quede invocar la palabra precisa, ajustarse al guión de la memoria y no pedirle peras al olmo, y así recordar a los poetas, a Eugénio de Andrade : "Hay una memoria de las cosas, una polvareda muy fina que baila en la luz, y la poesía es la persecución de esa memoria.", o a Juan Carlos Mestre: "El tiempo estaba en nosotros como la muerte en el pensamiento de los ancianos, pájaros azules sobre las zarzas de la sabiduría". Volver a los lugares de la niñez para encontrar a aquel chaval que sólo existe en los recuerdos, y enterrar a quien ya será por siempre parte esencial de tu memoria.

A Victoriano Garavís García, mi padre, in memóriam.

Etiquetas

Buscar