En capilla

. jueves, 24 de junio de 2010
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Dos años después, día más día menos, vuelve el misterio de las oposiciones. Así que toca volver a encontrarse con los compañeros que quedaron, como yo, en la estacada del interinaje; y conocer a esos nuevos que estarán igual de nerviosos que nosotros.
Esta vez juego en casa, en el IES Federica Montseny de Fuenlabrada, donde seguro que Paco, Carmen, los bocadillos de Pilar y tantos otros me hacen sentir en familia.
En cualquier caso, salga como salga, no pasa nada.
Ahora, y a pesar de mi ateísmo, voy a encerrarme en la capilla de Santa Bárbara de la Catedral Vieja de Salamanca para pedir la iluminación del Espíritu Santo, a la vieja usanza.
Espero que esta vez se cumpla aquello de a la tercera va la vencida.
Salud.

José Saramago -in memóriam-

. viernes, 18 de junio de 2010
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La muerte nos deja cada vez más huérfanos, cada vez más cerca. Ahora Saramago.


"Al día siguiente no murió nadie. El hecho, por absolutamente contrario a las normas de la vida, causó en los espíritus una perturbación enorme, efecto a todas luces justificado, basta recordar que no existe noticia en cuarenta volúmenes de la historia universal, ni siquiera un caso para muestra, de que alguna vez haya ocurrido un fenómeno semejante, que pasara un día completo, con todas sus pródigas veinticuatro horas, contadas entre diurnas y nocturnas, matutinas y vespertinas, sin que se produjera un fallecimiento por enfermedad, una caída mortal, un suicidio conducido hasta el final, nada de nada, como la palabra nada".

Las intermitencias de la muerte

Como pequeño homenaje desde este patio, unos versos de otro portugués de siempre: nuestro Eugénio de Andrade.

NO SABEMOS

No sabemos nada, y lo que tenemos
es poco: un nombre,
un nombre en prosa corriente;
tan pequeño que ni siquiera
alcanza la rama
en flor de tilo; menos aún
la estrella del pastor;
un nombre común, Joaquim
António João,
bueno para decirlo cuando el frío
es más duro;
nombre que bebe el rocío
en los ojos de amigos muertos
tan pronto; o perdidos.

Tomo nota

. martes, 8 de junio de 2010
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Desde siempre se habla mucho, y demasiadas veces mal, de los jóvenes: no sé si se trata de una costumbre o de una necesidad generacional de autoafirmación (por esa mitificación de la edad perdida). El caso es que la juventud tiene mucho que decir, mucho que aportar, y ahora más que nunca tiene los medios para poder hacerlo.
Mi trabajo no deja de sorprenderme y puedo decir que no hay día en el que no aprenda algo nuevo. Como muestra un botón. Se trata de un alumno de 2º de bachillerato que en estos días afronta la selectividad con buena cara, con una actitud que para sí quisieran muchos mayores.

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