José Saramago -in memóriam-

. viernes, 18 de junio de 2010

La muerte nos deja cada vez más huérfanos, cada vez más cerca. Ahora Saramago.


"Al día siguiente no murió nadie. El hecho, por absolutamente contrario a las normas de la vida, causó en los espíritus una perturbación enorme, efecto a todas luces justificado, basta recordar que no existe noticia en cuarenta volúmenes de la historia universal, ni siquiera un caso para muestra, de que alguna vez haya ocurrido un fenómeno semejante, que pasara un día completo, con todas sus pródigas veinticuatro horas, contadas entre diurnas y nocturnas, matutinas y vespertinas, sin que se produjera un fallecimiento por enfermedad, una caída mortal, un suicidio conducido hasta el final, nada de nada, como la palabra nada".

Las intermitencias de la muerte

Como pequeño homenaje desde este patio, unos versos de otro portugués de siempre: nuestro Eugénio de Andrade.

NO SABEMOS

No sabemos nada, y lo que tenemos
es poco: un nombre,
un nombre en prosa corriente;
tan pequeño que ni siquiera
alcanza la rama
en flor de tilo; menos aún
la estrella del pastor;
un nombre común, Joaquim
António João,
bueno para decirlo cuando el frío
es más duro;
nombre que bebe el rocío
en los ojos de amigos muertos
tan pronto; o perdidos.

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