Fin de curso I

. sábado, 17 de mayo de 2008

Nueve meses después he llegado al final de mi primer curso completo. Todavía tengo un grupo en activo, pero hemos terminado el 2º curso del bachillerato. Buenos resultados, aunque no brillantes. Muchas dudas, varias cuestiones aclaradas y demasiados deseos de volver a empezar. Quizás la esperanza de comprobar que los conocimientos adquiridos por este profesor serán útiles en una nueva andadura que nadie sabe cómo ni dónde tendrá lugar.

Hay varios aspectos del diseño legal (currículo oficial) que parecen ser erróneos en un primer contacto, a saber: la asignatura de Lengua castellana y Literatura, con cuatro horas a la semana, se plantea como un presupuesto de conocimientos adquiridos a lo largo de los años anteriores en los que los alumnos han aprendido a leer (y con esto me refiero a comprender lo que leen) y a escribir (deben saber expresarse con claridad en una amplia variedad de registros). Además, se le da una importancia exagerada a los contenidos históricos de literatura: los tres últimos siglos entran en el examen de selectividad. Acabo de nombrar la palabra maldita, la espada de Damocles que amenaza desde el 15 de septiembre. 31 alumnos, como 31 selectividades, suponen una carga que abruman la chepa del profe novato más pintado. Después la cosa parece que no será para tanto, se trata de entrenar a 10 o 12 (aunque continuará la preocupación hasta que no aparezcan los resultados); el resto no tiene como meta volante el dichoso examen. Por otro lado está el título, queremos bachilleres que sepan demasiadas cosas, pocas importantes. Aquí entra el papel que el profesor quiera jugar en esta película. Que si se te mete en la cabeza que la sintaxis es lo más útil del mundo para madurar, pues vas y no dejas de hablar de subordinadas sustantivas, de complementos de régimen, etc. Que si prefieres enseñar fechas y características de momentos históricos, pues entonces vas y les sueltas unas conferencias en las que los bostezos no paran de aparecer en sus caras incrédulas. Y si decides que lo que deben aprender es a leer, a comentar textos, a razonar, a comportarse en clase, a no dar demasiadas patadas a la ortografía y a la sintaxis, pues entonces te asaltan los interrogantes. ¿Haré bien en simplificar el esquema del comentario de texto a cuatro o cinco puntos de los treinta y tantos que tenían en su hoja del año anterior? ¿Será bueno ofrecerles lecturas voluntarias, aunque no estén recogidas en nuestro currículo por estar escritas en otras lenguas? ¿Habrá sido efectivo no dictarles apuntes y ofrecérselos en bandeja fotocopiada? ¿Habrán comprendido que la literatura no es más que un tipo de discurso, con fines estéticos, de la lengua? ¿Divertirse en clase es contrario a los fines educativos?

Dentro de este mar de dudas, quiero romper una lanza por la enseñanza y los estudiantes actuales. Lo haré por medio de un texto que incita a la reflexión. Lo escribió Fernando Lázaro Carreter en 1973 y lo recoge Luis González Nieto en su brillante y utilísima Teoría lingüística y enseñanza de la lengua (Lingüística para profesores); Ediciones Cátedra, 2001:

“Los alumnos no participan ya del sentimiento reverencial de la antigüedad, anejo a la cultura minoritaria burguesa. Por el contrario, en muchas ocasiones constituye un desvalor, y no hemos de asustarnos si un gran poeta clásico les resulta insufrible, y encuentran extraordinariamente hermosas las canciones de moda; no sólo no debemos asustarnos, sino que debemos comprenderlos y hacer, incluso, un esfuerzo para situarnos en su lugar. Ese gusto que juzgamos extraviado es el indicio de su naturaleza humana, de su elemental espiritualidad. De él hay que partir; sobre él hay que sembrar la nueva semilla, casi imperceptiblemente, para que nadie se dé cuenta de que, en realidad, se está iniciando una operación quirúrgica.”

No sé, supongo que este período de reflexión continuará, es más, creo que es deseable que no termine a lo largo de esta travesía en la que acabo de embarcarme.

¿Será posible mantener la ilusión y la capacidad de adaptación en este mundo de la educación?

Para terminar con lo de hoy, quiero mostrar mi agradecimiento a mis compañeros y a mis queridos (y queridas, como mandan los cánones del nuevo lenguaje políticamente correcto) alumnos de 2º B. Quizás algunos nos veamos en septiembre, pero no será porque no os lo he puesto a huevo.

Salud, chavales. Y buena vida a todos.

To be continued, I hope.

3 comentarios:

Virita dijo...

Quiero expresarte mi gran satisfacción,por ese estupendo examen de conciencia que has hecho del resultado de tus nueve meses de enseñanza secundaria. Es muy completo y aplaudo tus reflexiones.
Por otra parte me doy cuenta que tu relación con los alumnos ha sido buena. Es estupenda esa despedida de agradecimiento a tus compañeros, pero no puedo dejar de recalcar EL AGRADECIMIENTO A TUS ALUMNOS.
Enhorabuena y sigue con esa ilusión.
Un beso.

Anónimo dijo...

Una vez más, que le vamos a hacer si uno es así, pido permiso para la difusión de este texto. Ya sabes que siempre cito su procedencia. Decencia filológica obliga. Y humana diría yo.
Abrumados como convivimos día a día con el lloriqueo y victimismo reinante en la profesión... que bocanada de aire fresco la belleza de tus palabras. Siempre. Agradecido.

El Sanfe.

Eloy Garavís dijo...

Sin permiso, Sanfe, sin permiso.

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