Me cago en el misterio

. martes, 15 de julio de 2008

Todo comenzó allá por junio de 2005. Fue entonces cuando decidí dejar mi trabajo para dedicarme a estudiar una oposición. Un año maravilloso en el que recuperé la confianza y mis antiguos gustos por la lengua y la literatura. Un año después conseguí satisfacer mis deseos y aprobar los exámenes, que no la oposición, y entrar en una lista llamada preferente que me permitió trabajar como profesor de secundaria. En aquella convocatoria saqué 6,12 de media.

Dos años después y con algo de experiencia vuelvo a las andadas y me presento de nuevo. Estando más contento en general, excepto con la parte práctica (comentarios de texto), resulta que bajo mi nota al 5,742. Eso después de haber preparado una programación bastante mejor que la anterior y unas unidades didácticas con buen material para un curso completo. Pero resulta que en esa parte mejoro muy poco las puntuaciones: 6,6 y 6,97 respectivamente frente al 6,52 que saqué en 2006. Imagino que no he sabido defender todo ese trabajo de la forma adecuada, sobre todo después de lo que me dijo una persona del tribunal al finalizar todo el tinglado: “estabas nervioso porque nos has sorprendido ofreciéndonos las copias del material ‘por si les sirven para algo’”. No quería yo parecer un chulo sino que les sirviera para la evaluación de mi examen. No pretendía ir de listillo sino causar buena impresión y, en última instancia, compartir. Pero las oposiciones no son un lugar de intercambio sino un examen en el que unos compañeros con plaza son nombrados tribunales y allá se las apañen: con esto quiero decir que me solidarizo con ellos, no que los rechace. A estas circunstancias se añaden la no eliminación en el primer examen y la devaluación del 50% (2006) al 30% (2008) de la segunda prueba –programación didáctica y unidad-.

Así que mejoraré mi posición en la lista de interinos gracias al trabajo de estos dos últimos años y a algunos cursos más de formación (lo de la formación es un decir).

En conclusión, las oposiciones a profesores de secundaria son un misterio. ¿Cómo aprobarlas? ¿Cómo mejorar? Ni el más experto sabe responder con seguridad. Seguiré intentándolo, supongo, porque al menos he aprendido que este trabajo me gusta a pesar de las dificultades. Uno no conseguirá ser un buen profesor en años, pero que no sea por no intentarlo. Lo mismo sucederá con la plaza: algún día llegará si la cuerda no se rompe. En cualquier caso me cago en el misterio.

3 comentarios:

Pablo Elorduy dijo...

Joder, macho, lo de la programación roza lo surrealista... En fin, ánimo, que a la tercera va la buena y no hay quinto malo, y todo eso que se dice.

Saludos

Eloy Garavís dijo...

Querido Pablo, así es. Y lo mío no es de lo peor (al fin y al cabo conseguí aprobar los exámenes) ya que conozco gente muy capaz y muy bien preparada que no ha conseguido pasar del 3 de forma inexplicable. Espero que la programación me sirva para algún curso de estos próximos porque es un trabajo que no me gustaría tirar a la basura.
En fin, yo no aspiraba a sacar la plaza (tengo muy pocos puntos para el concurso) pero sí pensaba subir la nota anterior. No ha podido ser. Gracias por el ánimo y ahora a otra cosa después de mi derecho a la pataleta.
Salud.

Anónimo dijo...

Qué tal compañeiro,
Gracias por tu mensaje, me pilló despidiéndome de los colegas tomando la última... ahora en un rato me voy volando.

Lo de las opos pues que te voy a contar, para mí ídem, un aprobado ramplón pero en fin, desde mi punto de vista nada fuera de lo previsto por el sistema: nos quedan una o dos tandas de lo mismo, qué le vamos a hacer!

Feliz verano compañero, nos vemos, disfruta ahora que puedes

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