Patria

. domingo, 5 de octubre de 2008

Rafael Sánchez Ferlosio acaba de publicar un ensayo titulado “God & gun. Apuntes de polemología”. Mientras llega el momento de leerlo, surgen una serie de reflexiones que parten de la presentación de dicho libro cubierta por la Agencia EFE y recogida por El País y por El Mundo.

En primer lugar llama la atención el titular de los dos periódicos: “Odio a España desde siempre, pero no me iría al extranjero” . Esta frase creo que podría aplicarse a la mayor parte de los españoles, a los de derechas y a los de izquierdas, a los ateos y a los creyentes, a los vascos y a los castellanos, a los catalanes y a los andaluces, a los guapos y a los feos… Quizás sólo se librarían los nuevos españoles, a saber, los inmigrantes que, con el paso del tiempo, han conseguido integrarse en un país tan desintegrado. Lo digo por algunas anécdotas observadas en uno de los barrios más interesantes de nuestra capital donde puedes ver a un pakistaní increpando a otro en español por no sé qué palabras pronunciadas en su idioma e indicándole que si no le gusta España que se vaya, que ahora vive en Madrid y debe mostrar respeto, o a las celebraciones acaecidas a raíz de la victoria de la selección de fútbol en la Eurocopa en la misma plaza de Lavapiés, donde no hubo más que fiesta y tambores africanos, sin cortes de tráfico y con recogida a las doce de la noche. Es esto último uno de los motivos que Ferlosio aduce para su odio a España (obsérvese que en ningún momento dice estado español ni ninguna otra patraña patriotera ibérica): la excesiva importancia que se le dan a los eventos deportivos y a otros como los taurinos: "Fui también aficionado a los toros, pero desde que odio a España, me he tenido que quitar de ellos". Nunca había leído algo tan gracioso e inteligente para afirmarse antitaurino, ninguno de los argumentos que se aducen me convencían como para perder una afición que me viene de chaval, pero por fin he encontrado la justificación exacta.

Si se fijan, este odio a España no significa más que animadversión al concepto de patria, tan presente hoy día en los discursos políticos de izquierdas y derechas. “El concepto de patria me parece el más venenoso de los conceptos”, dice Ferlosio, y no puedo más que suscribirlo como ya lo he venido haciendo en diferentes entradas de este blog-patio. Quizás sea un concepto mercadotécnico y por eso los políticos profesionales (odiosa profesión en sí misma, venerable ocupación cuando no median el dinero y las cuotas de poder) no hacen más que soltarlo a diestro y siniestro. El veneno patriótico ha sido causa de guerras civiles e inciviles y de la defenestración de todo aquel que, o bien no comulga con las ideas dominantes, o bien tiene éxito en su profesión allende nuestras fronteras. Ciñéndonos a los primeros, nos encontramos casos sangrantes como el del lúcido José María Blanco White que en su artículo “Las dos Españas” publicado en 1831 decía lo siguiente:

“El sistema de educación español está condenado a ampliar, año tras año, la brecha que separa ya el país en dos partes absolutamente inconciliables. La lucha que amenaza agotar los órganos vitales de España no es la de pobres contra ricos o hidalguía contra nobleza y corte; es una contienda que proviene de una animosidad intelectual, resultado lógico de la oposición existente entre la educación establecida y la que […] los españoles más lúcidos se procuran como pueden. […] Si cualquiera de los dos bandos tuviese suficiente poder para subyugar al otro, la fiebre intelectual del país sería menos violenta y cabría esperar alguna crisis en una fecha próxima; pero ni la Iglesia ni los liberales (pues tales son en realidad las dos facciones opuestas) tienen la posibilidad más remota de desarmar al adversario. La contienda debe prolongarse desgraciadamente por un tiempo indefinido, durante el cual los dos sistemas de educación rivales que existen en el país están condenados a proseguir su obra de convertir a la mitad de los españoles en extranjeros y enemigos de la otra mitad”.

¿De qué me suena esta división? Y así seguimos en el año 2008, con un patriotismo que, como tal, excluye la razón, el diálogo y la reflexión como métodos de hacer política en un sistema que se hace llamar democrático.

Esto mismo, ampliado a lo que fue la España franquista y su heredera la España de la transición democrática, se refleja muy bien en el caso de otro brillante autor (estudioso y recuperador de Blanco White) como es Juan Goytisolo que dice lo siguiente en su segundo volumen de memorias titulado “En los reinos de Taifa” (1986):

“Lo advertido decenios o siglos antes por otros francotiradores y díscolos, se verificaba puntualmente conmigo: quienes en España atacan un día desde la derecha lo hacen más tarde desde la izquierda aguardando la ocasión de hacerlo otra vez desde la derecha –y los atacados son siempre los mismos-“.

Esto nos lleva a la clave del asunto: el veneno del concepto de patria provoca la muerte del espíritu por medio de la envidia y de la irracionalidad. Uno de los principales motivos de conversación suele ser el mal del otro y lo bien que lo haríamos nosotros; si extrapolamos esto al sentimiento tribal que tanto abunda en nuestro país (dicho sin patriotismo ninguno) nos encontramos con que el de derechas odia al de izquierdas, el de izquierdas al de derechas, el gallego al manchego, el madridista al barcelonista, el calvo al peludo, el del tercero c al del cuarto a… y así hasta el aburrimiento. Y esto podríamos extenderlo a cualquier otro país de nuestro entorno.

Así que, de acuerdo con Ferlosio, he decidido reafirmar mi odio a España y al resto de patrias.

Por otra parte, el ensayo parece que trata sobre otros muchos temas como la religión, el fanatismo, la guerra, la historia y el derecho. Pero eso lo dejaremos para otro momento ya que ahora toca comerse el cocido, tragarse la patria, con su tocino y su chorizo, para después defecarla a gusto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Y fíjate, que sin dejar de estar de acuerdo contigo, se me ocurre que quizá hubiera habido ya en algún pasado del ser humano un concepto de patria en verdad habitable y amable. Y fíjate que en el fondo creo que somos lo que somos por sentirnos de una patria (Sr. Mesa, por favor no se me tire a la yugular, no hablo de esencias). Hablo de una patria posible razonable, es decir, devenida de la razón de sus ciudadanos. Y digo bien posible. Pues de verdad estoy convencido que es posible.

Mientras tanto, odiemos estas patrias. Me da a mí en la nariz que ellas son las que nos odian más a nosotros.

El Sanfe.

odradek dijo...

Está la patria nuestra meridional y el motherland al norte: vale también para eso?
a mí toda idea esencialista, excluyente y mística de patria no me gusta, pero, y el concepto existencial de patria?.

Como Pacheco:
ALTA TRAICIÓN
No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.

Y lo de Ferlosio -que espero leer esta semana-, no será un juego entre el erasmismo y la autoparodia dentro de toda esa larga tradición de textos sobre el tema de España?

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