“La comida es más importante que el tiempo”

. jueves, 8 de mayo de 2008

Podría parecer una frase sacada de la publicidad de un restaurante moderno, de esos que valoran lo que hacen y que prohíben las prisas y los teléfonos móviles. Pero no, la escuché ayer en la película “El pianista” de Roman Polanski. La pronuncia el personaje protagonista cuando se encuentra escondido y se le empiezan a agotar las viandas, se quita el reloj y se lo ofrece a su contacto con el exterior para que lo venda y consiga dinero con el que comprar alimentos.

Es cierto que en España siempre se ha tenido por sagrada la hora de comer y lo que se come. Tenemos costumbres, ya casi desaparecidas, como la de bendecir la mesa (relegada a los creyentes de cierta edad, aunque aquí seguimos con los concordatos vigentes), y otras que descienden directamente del hambre, como la de no dejar nada en el plato, no jugar con las cosas de comer, o la de besar el pan.

Parece que con el desarrollo económico nos vamos olvidando de lo importante que es comer, quizás porque lo tenemos asegurado, aunque sea en un mísero restaurante donde lo máximo que te dan es un bocadillo que llaman kebab, o lo que es peor, hamburguesa de carne inidentificable. Tenemos el privilegio de vivir en un lugar y en un tiempo donde lo extraño es pasar hambre y sin embargo, nos comemos cualquier cosa que nos llene la panza y nos permita seguir la jornada (como diría mi amigo Diego: menú del día normal y corriente, nos pusieron un engrudo y nos cobraron 10 euros).

Llevo años encargado de hacer la comida en mi casa, me lo paso bien, pero últimamente sólo me preocupo de hacer algo decente para cenar. Ello se debe a que… a que me estoy haciendo al ritmo de la gran ciudad y de la vida moderna, y no me gusta.

Ya que podemos, qué mejor que comer un cocidito una vez a la semana, unas lentejas con su chorizo, un bacalao al pil-pil de vez en cuando, unos calamares en su tinta (con arroz o sin él), unas buenas chuletitas de cordero, un pollo guisado con calma, una menestra, una jugosa tortilla de patatas, unas croquetas de lo que nos sobró el día anterior, una pescadilla rebozada o guisada en salsa verde…

Esta falta de respeto hacia nosotros mismos se la achacamos a que no tenemos tiempo, pero no es cierto. Un compañero profesor, persona inteligente y gran polemista, me ha contado que los sábados hace la comida para toda la semana; sí señor, eso es, hay que aprovechar los adelantos como el congelador.

Pensemos en las cosas importantes de verdad y hagamos una huelga general en la que reivindiquemos menos horas de trabajo y más tiempo para comer y vivir. Aprovechemos esa huelga para solicitar una bajada de los precios (y de los sueldos, qué coño) y dediquémonos a compartir la hora de la comida con tranquilidad y buenos alimentos porque, a este paso, vamos a perder las buenas costumbres para convertirnos en seres meramente productivos, en máquinas de hacer dinero para gastarlo en chuminadas: ¿para qué quiero yo un piso en propiedad si luego no puedo ir a comer en él con mi gente?

Me acaba de venir a la cabeza el capítulo XX de la 2ª parte del Quijote, es maravilloso:


“Hizo Sancho lo que su señor le mandaba, y poniendo la silla a Rocinante y la albarda al rucio, subieron los dos, y paso ante paso se fueron entrando por la enramada.

Lo primero que se le ofreció a la vista de Sancho fue, espetado en un asador de un olmo entero , un entero novillo; y en el fuego donde se había de asar ardía un mediano monte de leña, y seis ollas que alrededor de la hoguera estaban no se habían hecho en la común turquesa de las demás ollas, porque eran seis medias tinajas, que cada una cabía un rastro de carne: así embebían y encerraban en sí carneros enteros, sin echarse de ver, como si fueran palominos; las liebres ya sin pellejo y las gallinas sin pluma que estaban colgadas por los árboles para sepultarlas en las ollas no tenían número; los pájaros y caza de diversos géneros eran infinitos, colgados de los árboles para que el aire los enfriase.

Contó Sancho más de sesenta zaques de más de a dos arrobas cada uno, y todos llenos, según después pareció, de generosos vinos; así había rimeros de pan blanquísimo como los suele haber de montones de trigo en las eras; los quesos, puestos como ladrillos enrejados, formaban una muralla, y dos calderas de aceite mayores que las de un tinte servían de freír cosas de masa, que con dos valientes palas las sacaban fritas y las zabullían en otra caldera de preparada miel que allí junto estaba.”

Y todavía hay quien dice que El Quijote es un tostón: pues yo digo que lo es, de los de digerir despacio, con su piel tostadita por los años y las diferentes lecturas.

Empezaba con el hambre del pianista y termino con el menú de las bodas de Camacho; ¿qué querrá decir esto?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Que curioso, el otro día leyendo tu blog me di cuenta de que siempre que puedes dices algo de la comida, que si tortilla de patatas para cenar, que si el cocido -al que le dedicaste un poema y todo- y pense: "este chabal siempre pensando en comida"... y por supuesto el texto de hoy me lo confirma. Bueno lo dicho, me voy a zampar algo, que me ha entrao hambre. :-)

Anónimo dijo...

Por fin tenemos internet en casa y Diego ha podido leer la referencia al engrudo. ¡Qué alantos! Pues cuando quieras quedamos para un pilpil en nuestra terraza, que no todo va a ser estudiar. Y de lo que hablamos ayer, pues vale, después de la opo concretamos. Besos de Valeriana G.

Eloy Garavís dijo...

Sr. Garavís, como bien sabes, pertenecemos a una familia en la que se da mucha importancia a la comida y a la lengua. Sin ir más lejos, yo me dedico a enseñar lengua castellana, así que ya estás corrigiendo eso de chabal: chaval se escribe con v, es un palabra que viene del caló y significa joven o niño, muchas gracias por considerarme tal. Tenemos que hablar un día de estos, a ver si pasan las oposiciones, porque me gustaría que colaborases más activamente en el blog (ya veremos la forma, o por escrito o de forma oral, que para eso está lo del sonido).
Valeriana, qué adelantos, sí señora. Victorino-Ciec, bienvenido al patio.

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo contigo en lo de la lengua. El pequeño error de la B y la V no me lo tengas en cuenta, se ha producido por la proximidad entre las citadas letras en los teclados estandar... no nos engañemos, se ha producido porque,al no controlar mucho la lengua caló ignoraba como se escribía este maravilloso sustantivo y ante la duda, apliqué los principios de la pereza y no lo busqué en el diccionario. Mas veamos lo positivo del asunto, y es que así te acostumbras a corregir faltas, que buena falta te va a hacer (valga la redundancia). Coméntame cuando quieras tus planes, estaré encantado de escucharlos.
PD. Revisamé la ortografía, incluso las tildes eh!jeje. Y si usted ve que algo está mal, lo corrija.

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