Derechos y deberes (vergüenza y sinvergüenzas)

. martes, 16 de diciembre de 2008

Al terminar una reunión de evaluación un profesor le pide a un compañero que avise a sus alumnos de un retraso de cinco minutos. El segundo va y se lo comunica, pero se encuentra con la respuesta desvergonzada de uno de ellos –ya mayorcito, con canas en la barba- que consiste en decir de muy malas formas “ya serán quince minutos”. Pues no, no fueron ni cinco porque al salir ya entraba el otro pidiendo disculpas.

Este tipo de detalles me hacen pensar en la falta de educación de la que hacen gala muchos convecinos (que no conciudadanos) cabreados no se sabe muy bien con qué o con quién.

Hoy en día parece que todo el mundo tiene más derechos que los demás, entre otras cosas porque no creo que sepan qué es eso de los derechos. Vas al médico y siempre hay alguien cabreado con un sistema de salud que disfruta y malgasta. Vas al cole y pasa lo mismo con algún padre enfadadísimo con algún profesor porque ha puesto en su sitio a su hijo. Esto se repite hasta la saciedad en el ámbito de las colas donde cualquiera se siente con el derecho de colarse o de gritar al que le reprende su geta amablemente.

Y luego dicen que no hace falta la educación cívica; mecagüen, que va a ser que sí, y que empiecen por toda esa pléyade de maleducados que pueblan España, por esos sinvergüenzas que no son capaces ni de darse cuenta de que son uno más, con sus derechos y sus deberes.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En efecto es así querido tío. Hartito estoy de oír críticas destructivas y sin fundamento cuando acudo a urgencias o al centro de salud. A veces he pensado que el problema no está en que algo funcione mal a los ojos de los que se quejan, sino en la inercia de estos a quejarse de lo que sea, esa tendencia tan nuestra de tirar piedras sobre nuestro propio tejado. Lo importante y lo que se lleva es protestar, no el por qué. O sea que habrá alguno que al morir y encontrarse en el mismisimo paraíso, con todas las comodidades para descansar en paz, dirá que qué mal funciona aquello, que lo de la vida eterna está fatal, y con un poco de suerte añadirá que la culpa es de Zapatero.

Eloy Garavís dijo...

Miguel, ya te echaba de menos por el patio. Estoy de acuerdo contigo, de todas maneras no creo que el paraíso funcione demasiado bien, sobre todo por lo de la vida eterna.
Pero no nos cabreemos.
Espero con ansia tu siguiente colaboración, como las de Valeriana.
Salud.

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