Sin permiso

. miércoles, 16 de abril de 2008

He recibido un correo electrónico de un agradecido lector (guardaré el anonimato por respeto) de los poemas de mi hermano . Debo transmitirle su agradecimiento y aprovecharé este espacio para añadir el mío. Hay escritores escondidos que merecen y merecerán darse a conocer como valores innegables de nuestro patrimonio cultural. Paco es uno de ellos. Con toda mi admiración.

(sólo una sola paloma adornando tus pechos)

seis minutos son media docena de huevos
seis huevos son seis instantes
a la una a las dos
y a las tres
de la tarde
y a las tres de la tarde la monserga de siempre
que si dos y dos son cinco
el mar es infinito
y entonces tengo que irme a respirar
a recibir un balazo de campo
con los brazos más abiertos que los ojos
a chorrear sangre
estrellas a borbotones.

Paco Garavís

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola.

Aquí va una reflexión y una anécdota -para cuando hagamos el programa- que vienen más o menos al caso de la redacción del artículo primero de la Constitución de nuestra Segunda Republica Española.
Pues que no me acaba de convencer eso de “república democrática de trabajadores”. Me refiero a lo de “trabajadores”. No estoy de acuerdo con el trabajo tal como se entiende hoy en día, y recomiendo leer “El derecho a la pereza” de un señor que era yerno de Marx y que no sólo enmendó la plana a su suegro sino que tenía más razón que un santo. Así que hace 77 años nuestros difuntos próceres, aunque progresistas, ya eran bastante gilipollas, pero nosotros ahora lo somos aún más. Y como muestra esta anécdota: pues resulta que ayer estaba yo en mi clase de alemán y va la lectora y nos pide que digamos cómo nos imaginamos el futuro. Y yo, como sé por experiencia previa que la peña de mi clase es bastante pureta y bienpensante, y para no ser otra vez la puta ceniza incendiaria, pues decido ponerme positiva y digo que me imagino que en el futuro no tendremos que trabajar. ¡Amigo!, la que se armó. Pues que allí todo el mundo quería trabajar a toda costa -menos la lectora, aunque luego dijo que también-, porque no se podían imaginar la vida sin trabajar, que sino a ver qué íbamos a hacer, y que si eso iba a ser la hecatombe, porque la humanidad iría al desastre de la obesidad y la vaguería y quién sabe qué otras catástrofes peores. Un tipo incluso llegó a decir “Arbeit macht frei”, a lo que repliqué sin perder un segundo que efectivamente a eso me refería. El tío se quedó asombrado de que yo hubiese pillado el chiste -porque además de loca y mala persona debía pensar que soy una inculta-, pero como nadie más se enteró, de momento la cosa quedó ahí. Pero ya volviendo para casa con un tipo calvo y gordito y bastante cachondo, y una abogada puritana con la que hasta entonces había tenido buena relación, pues va y se me ocurre decir en tono socarrón, porque más o menos venía al caso, que me encanta este sistema porque somos esclavos pero estamos encantados y si no fíjate cómo todos nos empeñábamos en trabajar y a nadie se le ocurría soñar otro tipo de vida. Luego, el compañero cachondo y yo hicimos unos chistes sobre lo contentos que estamos de tener otros que son más esclavos que nosotros y que nos hacen las zapatillas baratas y todas esas cosas que nos gustan. Pues de repente la abogada irrumpió en cólera y la tomó conmigo y empezó a berrear que ¡sí hombre!, ¡vivir sin trabajar!, que ¡a ver qué me había creído!, que ¡por supuesto ella pensaba que había que trabajar y que no por ello se sentía más alienada que cualquiera!, y que cómo pensaba viajar yo si otros no hacían los aviones y leer libros si otros no los escribía, y todo esto y más con mucha interjección y mucha ira. A mí se me vinieron muchas ideas a la cabeza pero hice lo único que podía hacer: callarme. Porque la violencia tiene ese efecto paralizante en mí y porque para qué… creo que al avispado lector no le hacen falta más palabras de reflexión.

Y luego pensé que o bien no vuelvo a abrir la boca en clase, o bien me cambio al grupo de las 18:30, que por lo que dicen la lectora y la profesora, tienen más que ver conmigo. Pero luego me dije que si dios me ha llamado a librar esta cruzada contra la necedad, quién soy yo para negarme, y ya estoy pensando comprarme un gorro de cuadros con orejeras y qué comentario hacer el próximo día, venga a cuento o no, para levantar sarpullidos. Todavía no lo tengo decidido, pero casi seguro que versará sobre algo de que si cristo levantara la cabeza…

Y aquí, de postre, una obrita de teatro copiada de la vida real, y que aconteció sólo unos minutos antes de la anécdota anterior.

Personas de la comedia:
El de “Arbeit macht frei”.
La abogada puritana.
Yo.

Se abre el telón.

El de “Arbeit macht frei”: me espeluznó leer en un libro que una noche que no tenían suficiente gas, los nazis echaban a los niños vivos a los hornos crematorios.

La abogada puritana: y es que la humanidad es así, no aprendemos no, no aprendemos de nuestros errores y la historia se repite.

Yo: y tanto. Fíjate ahora esos pobres chavales americanos que les mandan con el chicle y la música a tope a bombardear a los irakíes y se cargan a pueblos enteros.

El de “Arbeit macht frei”: ¡sí hombre, eso no tiene ni punto de comparación, me vas tú a comparar…!

Yo: ¿???????????????????????????????????????????????????

Fin.


Os parecerá un chiste de Gila, pero no. Ocurrió ayer mismito.

Pues no sé. Le he dado unas pocas de vueltas y he llegado a la conclusión de momento de que, por lo visto, para los descendientes de la Inquisición es menos horrible destripar a muchos de golpe y sin mancharte las manos que quemar a unos pocos con tus propias manos. Tecnología frente al trabajo artesanal de toda la vida.

No se vayan todavía, que aún hay más:

Un poco antes de este teatrillo, la abogada y el de la libertad por el trabajo se ponen a decir que los alemanes y los suizos están enfermos porque tienen tan a rajatabla lo de reciclar y no contaminar que ya no generan basura. Y digo yo, que para qué me voy a estar callada: “claro, ya están los de la República Dominicana contaminando por todos”. A lo que el de “Arbeit macht frei” me llama racista. Yo flipé y no dije nada. Más tarde me dio por reflexionar y me digo, “qué habrá querido decir éste”. Claro, que parece ser que como yo pienso que los negros son tan seres humanos como cualquiera y por lo tanto son tan dignos de crítica y alabanza como cualquiera, pues soy una racista, pero ellos y las monjitas, que piensan que los negritos y los chinitos son muy buenas personas porque en realidad son una subespecie de los perros, pues no son racistas.

Y ya no reflexioné más, y me vi un capítulo de Doctor en Alaska.

Quien quiera entender, que entienda, dijo Aquel.

y me ha gustado mucho el poema de paco.

Vuestra amiga Valeriana G.

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