Carta abierta al presidente de la república

. miércoles, 28 de mayo de 2008

Sr. Presidente,

me dirijo a usted porque en su papel figuran las funciones de árbitro del debate político.

Hoy ha vuelto a saltar la liebre de la polémica. Esta vez no ha sido en pleno viaje contaminante sino en toda una sala de profesores (lugar de trabajo y asueto para el entregado docente en sus períodos de entreguerras).

¿Es necesario defender los idiomas minoritarios de nuestro estado? Por un lado se han posicionado los que opinan que las lenguas son instrumentos de comunicación y, como tales, convendría no enfatizar políticamente su uso. Por otro, estaban los que consideran que el gallego, el catalán y el vasco son monumentos culturales que deben ser mimados y conservados. Hasta ahí, de acuerdo con los dos.

Todos estos profesores son personas preparadas, pero personas al fin y al cabo, con sus pasiones derramándose encima de la gran mesa que preside la sala.

¿Supone un agravio comparativo el hecho de que esas lenguas sean exigidas a la hora de trabajar en las administraciones de sus correspondientes comunidades autónomas? ¿De ese agravio saldrían perjudicados todos aquellos que no son gallegos, catalanes o vascos, popularmente conocidos en esos países como castellanos?

La cuestión parece fácil: las lenguas son herramientas comunicativas y culturales. Hubo épocas en nuestra querida república en que esas lenguas más que minoritarias fueron minorizadas y se vieron dirigidas a la extinción. La situación diglósica en la que se encontraban (situación en la que una lengua se usa en el entorno familiar y la otra en los contextos más formales y prestigiosos, con la consiguiente pérdida de consideración social para la minoritaria o familiar) ha sido suficientemente superada por la promulgación de leyes y estatutos de autonomía que garantizan su uso y conocimiento en todos los campos de la vida. Actualmente existen instituciones (algunas vienen de antiguo) que se encargan de velar por las normas de uso de esos idiomas: Real Academia Galega, Institut d’Estudis Catalans y Euskaltzaindia. Hoy en día se publican más libros que nunca en esas lenguas españolas. El castellano es la lengua común de todos los españoles (y de varios cientos de millones de hablantes en el resto del mundo); parece claro que no está en riesgo de desaparecer en ninguno de esos lugares, incluidos los territorios gallegos, catalanes y vascos, por mucho que ataquen las instituciones autonómicas con sus leyes restrictivas. No conozco en profundidad la oferta educativa de esas comunidades pero lo lógico sería que existiera una triple vía en la que padres y alumnos pudieran elegir, a saber, vía I: inmersión lingüística en la lengua autóctona con una asignatura “castellano” que fuera troncal; vía II: enseñanza bilingüe en la que se repartieran las materias al 50 % en cada una de las dos lenguas en contacto; vía III: inmersión lingüística en castellano con una asignatura “galego”, “catalá” o “euskara” con carácter troncal. Y aquí viene el problema porque las diferentes instituciones han decidido no ponerse de acuerdo, quizás porque sus modelos educativos son demasiado parecidos. Me explico: ¿no será que invertir en la educación pública está pasado de moda? ¿No será que el estado (incluidas las comunidades autónomas) nos están convirtiendo en clientes y para que nos distraigamos nos ofrece enfrentamiento lingüístico?

Lo que le decía, Sr. Presidente, la cuestión parece fácil.

A título personal, he de decir que me resulta agraviante el hecho de no poder ser profesor en Zarautz a menos que no me saque previamente el título de Euskara. Y resulta ser un agravio por el hecho de que mis vecinos vascos, catalanes o gallegos sí pueden hacerlo en Canarias porque ellos sí conocen, afortunadamente, el castellano (lengua, que nos guste o no, es nativa de más de 400 millones de hablantes). Creo que la solución estaría en permitir al funcionario estudiar la lengua de destino a posteriori, después de haber tomado posesión de la plaza. Me parece un peaje razonable y, en mi caso, filólogo de formación, deseable.

Otra cosa es que la patria chica nos encandile tanto porque no tenemos otro discurso político.

He dicho.

P.D. Me acaba de decir mi hijo que en España no hay república ni quien la presida, así que cambio el titulo por “carta abierta a quien corresponda”. El lapsus se ha debido a mi avanzado estado de descomposición cívica.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Amigo, la que has liao! ES que, efectivamente, esto (Spain) no es una república, pero ni tampoco un país ni un estado ni mucho menos una nación. Es decir, que no es nada. Aunque, eso sí, los de Eurovisión no lo saben, y por eso hemos mandado a un cantante falso, que en realidad no es un cantante, sino un actor que, por lo visto, hace de que es de otro país que sí existe donde se canta el reguetón. Y ese es el motivo por el que se dan las discriminaciones entre ciudadanos de este ente en el que, curiosamente, todos tenemos el mismo dni para más inri. Perrea, perrea.
O sea, que estoy de acuerdo contigo en lo del a posteriori, como te imaginarás.
Hoy he leído, en un libro de historia, que Galicia era una nación como cualquiera otra ya desde tiempos inmemoriales -presuntamente fundada por los celtas- pero que, en la edad media, por culpa de los invasores, empezó su decadencia. Y yo, ingenua de mi, que pensaba que eso de las naciones era un invento posterior. No te acostarás sin saber una cosa más.
En cuanto a nacionalismo, estoy de acuerdo con tu compañero Enrique P. Mesa (leí su post "Nacionalismo paleto" el otro día). Decía él que la lengua es siempre una imposición. Así es. Sigo sin entender que a la gente se le pongan los ojos en blanco hablando de una herramienta. Iba a decir que si el lenguaje es un invento humano, a qué tanta sacralización. Pero me estaba olvidando de Babel. Que la culpa de todo, como siempre, es de dios. Maldito pecado original.
Y sigo sin entender esas rocambolescas paradojas históricas. En el caso de Galicia, por ejemplo, si ya era una nación antes de los romanos, lo lógico sería reivindicar la lengua de entonces y no el gallego, que al fin y al cabo es la lengua de los invasores foráneos, los romanos, modificada a la moda de los otros invasores, los castellanos, por otro lado igualmente invadidos por los romanos. Aunque si la cosa fue al revés, como reivindican algunos, y fue antes el gallego que el castellano, ¿a qué tanto despreciar esa lengua-hija y reinventarse el gallego para que no se parezca al castellano?
Anécdota al canto: A principio de curso, que todavía hablaba yo en castellano, va y me dice una alumna de 50 años que podía demostrar más interés o más respeto por las costumbres gallegas. Perpleja me quedé. Yo pensé para mis adentros, que tampoco era cuestión de airear mi vida privada, "pues respeto e interés por las costumbres gallegas no puedo tener más que cuando voy a comer pulpo a la gallega a casa de mi suegro". Luego Rajoy dijo algo parecido, pero él es reaccionario y los outros non. De nuevo perpleja me quedé.
Después empecé a hablar gallego -y bien contenta que estoy, todo sea dicho- y parece que así demostré más interés o respeto. Yo juraría que tengo el mismo. Pues la misma alumna me preguntó después si me había fastidiado que me obligara la Xunta a hablarlo. (Vuelvo a recordar las palabras de Mesa sobre que la lengua es una imposición). Pero menuda soy yo, ya le dije que yo hablaba gallego porque me daba la gana y no porque me obligara nadie. Qué curioso, de todos modos: con tanto bombo que le daban a eso de "pobo, lingua, nación", pensé que me iba a convertir por falar, pero no. Puedo decirles a aquellos que tengan miedo a perder su identidad por hablar otra lengua que yo no he sentido nada especial. También me impusieron un montón de sacramentos de pequeña y fui a comulgar en un montón de ocasiones y no dejé de ser atea.
No sé si me he explicao bien, si no, la culpa es de que es mu tarde.
Besos de nuevo.
Valeriana G.

odradek dijo...

con su pan se lo coman.
la mitad son conversos.
la otra mitad esquizos.
gente territorial, les sacas de su pueblo y se vuelven como Ánsar.
a la mierda, postulo.

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